Galileo y la naturaleza de la luz
Susana Gómez López
Universidad Complutense de Madrid.
España.
Cuando en 1611 Galileo viajó a Roma para dar a conocer su telescopio, llevaba también consigo una pequeña piedra que emitía luz en la oscuridad. Desde entonces el problema de la naturaleza de la luz se convirtió en un tema recurrente en la obra galileana, pero en ningún momento Galileo se decidió a dedicarle una obra específica, a pesar de confesar, ya en 1640, que por llegar a saber "qué era la luz" habría sido capaz "de estar en la cárcel a pan y agua durante toda mi vida con tal de haber tenido la certeza de conseguir un conocimiento tan deseado por mí". Exceptuando algunos breves textos, como la tan discutida y famosa carta a Piero Dini de 1615, Galileo fue extremadamente prudente a la hora de poner sobre el papel sus ideas sobre la composición, estructura y movimiento de la luz, lo cual ha fomentado la marginalidad de este problema en el contexto de las de investigaciones sobre su obra. Sin embargo, la lectura de su correspondencia privada y de los textos de sus corresponsales y colaboradores nos ponen sobre la pista del interés de Galileo por la luz. Textos que al mismo tiempo nos dan la clave para entender la cautela galileana respecto a un tema por entonces indisolublemente ligado a las ideas de los atomistas y a las filosofías vitalistas y naturalistas del Renacimiento, ambas insistentemente criticadas y censuradas por la ortodoxia intelectual y eclesiástica de aquellos años.
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